Calendario Azteca Su historia y caracteristicas

Calendario Azteca: Su historia y características

hace 2 días

El Calendario Azteca, también conocido como la Piedra del Sol, es uno de los monumentos más emblemáticos de la civilización mexica y una de las obras maestras del arte prehispánico. Esta impresionante escultura monolítica no solo representa un sistema calendárico complejo, sino que también encapsula la cosmogonía, mitología y conocimientos astronómicos de uno de los imperios más sofisticados de Mesoamérica.

Historia y descubrimiento

La Piedra del Sol fue tallada durante el reinado de Axayácatl, sexto tlatoani mexica, aproximadamente entre 1479 y 1481. Esta monumental obra se encontraba originalmente en el Templo Mayor de Tenochtitlan, la capital del imperio azteca, donde ocupaba un lugar de gran importancia ritual y simbólica.

Con la conquista española en 1521 y la subsecuente destrucción de Tenochtitlan, la piedra quedó enterrada entre los escombros de la ciudad azteca. Permaneció oculta durante casi tres siglos, hasta que el 17 de diciembre de 1790 fue redescubierta accidentalmente durante trabajos de remodelación en la Plaza Mayor de la Ciudad de México, cerca de la Catedral Metropolitana.

El hallazgo causó gran conmoción entre los estudiosos de la época. Inicialmente, la piedra fue colocada en una de las torres de la Catedral, donde permaneció varios años. Posteriormente fue trasladada al Museo Nacional, y desde 1964 se exhibe en el Museo Nacional de Antropología de la Ciudad de México, donde se ha convertido en una de las piezas más visitadas y fotografiadas.

Características físicas

La Piedra del Sol es una obra monumental que impresiona tanto por sus dimensiones como por su complejidad artística. Se trata de un disco de basalto que mide aproximadamente 3.60 metros de diámetro y tiene un grosor de 98 centímetros. Su peso se estima en unas 24 toneladas, lo que hace aún más notable la hazaña de su transporte y tallado.

La piedra presenta un elaborado bajo relieve que combina símbolos cosmológicos, mitológicos y calendáricos en una composición circular perfectamente organizada. Cada elemento está tallado con precisión milimétrica, demostrando el extraordinario dominio técnico de los artesanos mexicas.

Estructura y simbología

La composición de la Piedra del Sol está organizada en círculos concéntricos, cada uno con significados específicos que se entrelazan para formar un complejo sistema cosmológico.

El círculo central

En el corazón de la piedra se encuentra el rostro de Tonatiuh, el dios del Sol, con su lengua en forma de cuchillo de pedernal saliendo de la boca, simbolizando la sed de sangre y sacrificios que alimentaban al astro rey. A los lados de su rostro aparecen garras que sostienen corazones humanos, reforzando el simbolismo del sacrificio.

Los cuatro soles anteriores

Alrededor del rostro central se encuentran cuatro cuadrados que representan los cuatro soles o eras cosmogónicas previas, según la mitología azteca. Cada una de estas eras terminó en cataclismos: Nahui Ocelotl, destruida por jaguares; Nahui Ehécatl, arrasada por vientos; Nahui Quiahuitl, devastada por lluvia de fuego; y Nahui Atl, aniquilada por inundaciones. Los mexicas creían vivir en la quinta era, el Nahui Ollin o Sol de Movimiento, destinada a terminar con terremotos.

Los veinte días del mes

El siguiente círculo contiene los veinte signos de los días del calendario ritual mexica o tonalpohualli. Estos glifos representan elementos como cocodrilo (cipactli), viento (ehécatl), casa (calli), lagartija (cuetzpalin), serpiente (cóatl), muerte (miquiztli), venado (mázatl), conejo (tochtli), agua (atl), perro (itzcuintli), mono (ozomatli), hierba (malinalli), caña (ácatl), jaguar (océlotl), águila (cuauhtli), buitre (cozcacuauhtli), movimiento (ollin), pedernal (técpatl), lluvia (quiáhuitl) y flor (xóchitl).

Los anillos exteriores

Los círculos más externos contienen representaciones de los rayos solares, símbolos de jade y turquesa que representan el cielo diurno y nocturno, y dos grandes serpientes de fuego (xiuhcóatl) que se encuentran en la parte inferior, simbolizando el ciclo cósmico y el tiempo.

El sistema calendárico azteca

Contrario a la creencia popular, la Piedra del Sol no es propiamente un calendario funcional, sino más bien una representación cosmológica que incluye elementos calendáricos. Los mexicas utilizaban en realidad dos calendarios complementarios.

El Tonalpohualli

Este era el calendario ritual o adivinatorio de 260 días, resultado de combinar 20 signos con 13 números. Se utilizaba principalmente para determinar los días propicios para diferentes actividades, ceremonias religiosas y para hacer horóscopos personales. Cada persona nacía bajo un signo específico que influenciaba su destino y personalidad.

El Xiuhpohualli

El calendario solar o civil constaba de 365 días divididos en 18 meses de 20 días cada uno, más 5 días adicionales considerados nefastos llamados nemontemi. Este calendario regulaba las actividades agrícolas, las festividades religiosas anuales y la vida cotidiana del imperio.

Cada 52 años, ambos calendarios se sincronizaban, marcando el fin de un ciclo completo llamado Xiuhmolpilli o "atadura de años". Este momento era de gran importancia ritual, culminando en la ceremonia del Fuego Nuevo, donde se renovaba el tiempo y se garantizaba la continuidad del universo.

Conocimientos astronómicos

La precisión del calendario azteca demuestra el avanzado conocimiento astronómico de los mexicas. Sus sacerdotes-astrónomos observaban meticulosamente los movimientos del Sol, la Luna, Venus y otras estrellas desde templos y observatorios especialmente diseñados.

Calcularon el año solar con notable exactitud, determinando que duraba 365.2420 días, una cifra extraordinariamente cercana a los 365.2422 días que conocemos hoy. Esta precisión era superior incluso al calendario juliano que se usaba en Europa en ese momento.

Los mexicas también registraban los eclipses, los movimientos de Venus y otros fenómenos celestes, integrando estos conocimientos en sus rituales y en la planificación de actividades importantes del estado.

Significado cultural y religioso

Para los aztecas, el calendario no era simplemente una herramienta para medir el tiempo, sino un elemento fundamental de su cosmovisión. El tiempo era cíclico, no lineal, y cada momento estaba imbuido de fuerzas divinas específicas que influenciaban todos los aspectos de la vida.

Los sacerdotes consultaban constantemente los calendarios para determinar los días propicios para la guerra, el comercio, las bodas, la siembra y la cosecha. El calendario también determinaba qué rituales y sacrificios debían realizarse en cada momento para mantener el equilibrio cósmico y asegurar que el Sol continuara su curso por el cielo.

Legado contemporáneo

Hoy en día, la Piedra del Sol es un símbolo nacional de México y un emblema del orgullo por el pasado prehispánico. Su imagen aparece en monedas, billetes, logotipos y obras de arte contemporáneo, conectando al México moderno con su herencia indígena.

Más allá de su valor simbólico, el Calendario Azteca representa un testimonio extraordinario del ingenio humano, la sofisticación científica y la riqueza cultural de las civilizaciones mesoamericanas. Es un recordatorio de que mucho antes de la llegada europea, en estas tierras florecían sociedades complejas con profundos conocimientos astronómicos, matemáticos y filosóficos que continúan asombrando al mundo.

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